¡Princesa del divino imperio azul!, ¿quién besará tus labios luminosos?.
Yo soy tu enamorado extático, que, soñando mi sueño de amor, estoy de rodillas bajo tu infable claridad. ¡Estrella mía que estás tan lejos!. ¡Oh, cómo ardo de celos!, como tiembla mi alma cuando pienso que tú, cándida hija de la aurora, puedes fijar tus miradas en el hermoso príncipe sol que viene de oriente, gallardo y bello, en su carro de oro, de coraza adamantina, que trae a la espalda el carcaj brillante lleno de flechas de fuego. Pero no, tu me has sonreído bajo tu palio, y tu sonrisa era dulce como la esperanza. ¡Cuántas veces mi espíritu quizo volar hacia tí pero quedó desalentado. ¡Está tan lejos tu alcázar!. He cantado en mis sonetos y madrigales tu místico florecimiento, tus cabellos de luz, tu alba vestidura. Te he visto como una pálida Beatríz del firmamento, lírica y armoniosa en tu sublime resplador. ¡Estrella mía, que estás tan lejos!, ¿quién besará tus labios luminosos?.
Recuerdo aquella noche,en que visistaste mi cuarto de trabajo, para darte tortura, para dejarme casi desolado mi pobre jardín de mi ilusión donde me segaste tantos frescos ideales en flor. Tu voz me sonó a hierro y te escuche temblando, porque tu palabra en tan cortante y fría y caía como un hacha. Me hablaste del camino de la gloria donde hay que andar descalzo entre cambroneras y abrojos, y desnudo bajo una eterna granizada y oscuras cerca de hondos abismos llenos de sombras como la muerte. Me hablaste del vergel de amor, donde es casi imposible cortar una rosa sin morir, porque es rara la flor que no anide un áspid. Me dijiste de la terrible y muda esfinge de bronce que se encuentra a la entrada de la tumba. Yo estaba espantado, porque la gloria me había atraído con su hermosa palma en la mano y el amor me llenaba de su embriaguez, y la vida para mí era tan armoniosa y alegre como la ven las flores y los pájaros. Presa de mi desesperanza, esclavo tuyo, huí de mis triste lugar de labor y me refugio bajo en el aire libre bajo el cielo de noche. Entonces fué, adorable y bella princesa, cuando tuviste compasión de aquel pobre poeta y le miraste con tu mirada inefable y le sonreíste, y de tu sonrisa emergía el divino verso de la esperanza. ¡Estrella mía, que estás tan lejos!, ¿quién besará tus labios luminosos?.
Quería cantarte un poema sideral, que solo tú pudieras escuchar, quería ser tu amante ruiseñor para darte mi apasionado ritornela, mi etérea y rubia soñadora. Y así, desde la tierra, donde caminamos sobre el limo, enviarte mi ofrenda de armonía a tu religión, en que florece la apoteosis y reina sin cesar el prodigio.
Tu diadema asombra a los astros, tu luz hace cantar a los poetas, flor del lis del oriflama inmenso del gran Dios.
Te he visto una noche aparecer, en el horizonte, sobre el mar, y el gigantesco viejo, ebrio de sal, te saludó con las salvas de sus olas risonantes y roncas. Tu llevabas un manto tenue y dorado. Tu sonrisa alegraba las vasta aguas palpitantes.
Otra vez en una selva oscura, en que poblaban el aire los monótonos grillos, con las notas chillonas de sus nocturnos y rudos violines. Entre unos ramajes te contemple en tu deleitable serenidad. Y ví bajo árboles negros, trémulos hilos de luz, como si hubiesen caído de la altura hebras de tu cabellera. Princesa del divino imperio azul, ¿quién besará tus labios luminosos?.
Te canta y vuela la alondra matinal en el alba de la primavera, en que el viento lleva vibraciones de liras eólicas y ecos de tímpanos de plata que suenan los silfos. Desde tu región derramas perlas armónicas y cristalinas de su buche, que caen y se unen a la universal y gandiosa sinfonía que llena toda la despierta Tierra.
¡Y en esa hora pienso en tí, porque es la hora de las supremas citas en profundo cielo y de ocultos y ardosos oarystis en los tibios parajes del bosque donde florece el citiso que alegra la égloga!. ¡Estrella mía, que están tan lejos!, ¿quién besará tus labios luminosos?.
Rubén Darío.
miércoles, 3 de diciembre de 2008
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1 comentario:
La redacción fué realizada al vuelo, como podrá observarse en las diferentes partes del poema contra el original. Es decir, hace mucho que leí Azul..., y me quedó guardado (casi por completo, incluyendo signos) la prosa de "A una estrella".
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